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De entrada cometiste un error. Y si hay algo que en la puta vida no harías jamás es reconocerlo. Eso lo fui comprendiendo de a poco, cuando en las primeras charlas y reuniones nos íbamos orejeando como en un partido de truco. Nunca te disculpaste; supe entonces que no lo hacías de mal bicho, sino porque eras algo así como la cruza de una mula con un vasco. Nunca vi un tipo más terco, más orgulloso, más cabezadura. Luego me fui dando cuenta que tenías tu propia manera de pedir disculpas. Como cuando me venías a buscar a medianoche para regalarme algún baguyo, o el intercambio de libros, o las largas charlas filosóficas. Por eso ayer, cuando encontré esto de Bukowski, supe que te hubiese gustado compartir conmigo la belleza melancólica de este poema:
TODO
Los muertos no necesitan
aspirina o
tristeza
supongo.
pero quizas necesitan
lluvia.
zapatos no
pero un lugar donde
caminar.
cigarrillos no,
nos dicen,
pero un lugar donde
arder.
O nos dicen:
Espacio y un lugar para
volar,
da
igual.
los muertos no me
necesitan.
ni los
vivos.
pero quizás los muertos se necesitan
unos a
otros.
En realidad, quizás necesitan
todo lo que nosotros
necesitamos
y
necesitamos tanto
Si solo supiéramos
qué
es.
probablemente
es
todo
y probablemente
todos nosotros moriremos
tratando de
conseguirlo
o moriremos
porque no
lo
conseguimos.
Espero que
cuando yo esté muerto
comprendas
que conseguí
tanto
como
pude.
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"Si lambés una Tita hasta sacarle todo el chocolate, encontrás dos galletitas Manón con relleno" afirmó hoy en rueda de prensa El Chalero Solitario, en su eterna y quijotesca búsqueda de la verdad, por más sorprendente e increíble que nos parezca.
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Todos sabemos que los Patané son masones; también sabemos que son trolos, que son los locos Adams, que venden calzoncillos adulterados, que tienen guardados en un cofre calaveras y capas negras, que únicamente se los mata con una bala de plata, y que le deben dinero a la DGI. Pero lo que no sabíamos era que la casa que ocupó el ruso cuando estudiaba en la Universidad de Belgrano en Buenos Aires, la declararon monumento histórico y sede de la asociación de flogers de la argentina. Y cuando uno se entera que por esa casa pasaron Pichuco, Yulius Brutus, Juan Carlos Fraga I alias el trucha (no confundir con Juan Carlos Fraga II alias el serio, ayudante de Pichuco), y la gran Karina, se da cuenta que cualquier cosa es posible.
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En otro orden de cosas (me encanta usar esta frase; le da a las boludeces que uno escribe un tono de gran importancia, como si se tratara de cosas serias) ahora que estoy convaleciente me la paso mirando tv por cable. No me entusiasma para nada la tv, pero los putos libros están en el sur.
Me gustó la propuesta; sobre todo por absurda. Nunca escuché que nadie se haya ido al Machu Pichu en auto, así que me entusiasmó la idea cuando Pichuco me la propuso. El Chingui también va. Primero pasaríamos por Ciudad del Este, en la triple frontera. Llevamos dos barras de uranio enriquecido que unos árabes nos van a cambiar por 30 toneladas de cocaína. Ya de vuelta en la frontera, voy a tratar de pasar las 30 toneladas de mercusa disimuladas en mi mochila. Espero que podamos llegar, aunque, incluso antes de partir, debo reconocer que no sé si estoy en condiciones de viajar; me siento para el reverendo ojete. Me agrarré gripe porcina, dengue y mal de Alzheimer. Se lo comenté a mi médico. Le dije que sospechaba haberme agarrado Alzheimer porque estaba perdiendo la memoria. Desde cuándo, me preguntó el doctor. Desde cuándo qué, le respondí. Para estos casos tengo una receta de mi amigo el doctor Delányelo, que recomienda armarse un porriño del tamaño de un bate de beisbol y fumárselo por el orto. En realidad no es doctor, pero sabe bastante porque su hermano Emilio tiene un puesto de souvenires en la puerta del Hospital María Auxiliadora, en Ibisa. Voy a ver qué pasa
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