domingo, 30 de noviembre de 2008

UNA MAÑANA EN BARNAVE

Hace ya más de tres meses que llegué; ya no tengo problemas con el puto idioma. Ya puedo improvisar un blues en joda, en una reunión de amigos, ya puedo mentirles a las minas en francés, así que está todo bien. La vida me sonrie. El otro día vi una rosa en un bosquecito cerca de una iglesia que estamos restaurando. Al pie de la rosa, como en el botánico, había un cartelito con el nombre genérico y específico del ejemplar. Acá todo es así, se ve que no tienen nada que hacer. Cuando vi la flor, una rosa chiquitita, de no se qué variedad, me acordé del Sargento Pepper. Inmediatamente me dije a mi mismo: ¿No me estaré volviendo puto? ¿Cómo mierda es que veo una flor y me acuerdo de Mario? Así me pasa a menudo, constantemente, cuando veo algo que le hubiera interesado a cualquiera de mis amigos, el ruso, pichu, ibarra, yulius, pocho, es como que converso con ellos. Me imagino incluso el comentario que harían.


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