domingo, 22 de febrero de 2009

LOS ATORRANTES DEL MITRE: EN EUROPA NO SE CONSIGUEN

Todos los días me levanto a las siete y media de la mañana. Tomo mate, con cruz de malta a 27 euros el kilo, me cago en todos los putos almaceneros europeos, y pongo en el freezer un vaso de cerveza vacío. Luego me voy a laburar a mi atelier, a una cuadra y media de casa. Al mediodía almuerzo con Adrienne, nueva sesión de mate junto con clases de francés y neerlandés, y después pintura e historia del arte hasta las cinco pm.
Cinco y diez bajo por el pasaje Viol de Roux, con la noche ya instalada, retiro del colegio a Matilda y Lea, y cinco minutos después estoy nuevamente en casa de Audrey con sus mellizas. Las niñas meriendan rápidamente, ya que a las seis toman clases de piano con Marie, en la otra sala. Yo saco el vaso congelado que dejé desde la mañana en el freezer y le digo a Audrey que vaya pensando un disparate mayúsculo con ánimo de sostenerlo a capa y espada. Me sirvo una guines en el vaso congelado con tres milímetros de hielo blanco por dentro y por fuera y me acuerdo del Mitre. No es lo mismo. Extraño la amabilidad paisana de Fabián, ese matiz sutil en la forma de hablar que deja entrever a un pibe no contaminado. Pongo Crónica TV en la compu y espero que vayan saliendo los números de la vespertina. Como no puedo jugar, anoto en un papel los números que hubiera elegido y el monto de la apuesta. Gané una vez con el 48, “il morto qui parla”, cuando soñé con mi viejo, pero en total, si hubiese apostado de veras, estaría 555 euros abajo. El Fari me hubiera roto las patas por mucho menos. Así que por más que mire la quiniela en vivo, siento que tampoco es lo mismo. A esta altura comienzo a extrañar al Bady. Invariablemente me va invadiendo poco a poco una nostalgia infinita, una nostalgia absurda y cursi si se quiere. El hecho es que extraño los detalles minúsculos de mi puta Patagones. Extraño un rayo de sol que a las cinco veinticinco de la tarde, en septiembre, daba en un azulejo determinado del baño del Pichu y cuya trayectoria fui siguiendo como un astrónomo en pantuflas. Extraño encontrarme por la calle con el Dany Pascuale y con el zizgzagueante Dany Olivera (cuya trayectoria jamás pude seguir). Extraño las tardes en que con un amigo nos fumábamos un sorete y nos íbamos al río con sus hijas. Extraño al Chato tomando whisky en vaso de trago largo, y así. Pero bueno, me jodo; yo quise estar aquí e hice todo por lograrlo. Por suerte a esta altura siempre me saca del pozo Audrey, ya que tuvo tiempo suficiente para pensar algo bueno para discutir. Tengo que reconocer que es muy buena para el juego. No sé si al punto de ganarle al Piri, pero si pesara cien kilos más, tuviese bigotes Dalí, y estaría totalmente pelada, yo creo que le ganaría lejos. Para ejemplo acá transcribo la primera frase de algunas de las discusiones más memorables:

El número pi no existe, son los padres.
Si se agarraran a trompadas John Lennon y Jesús, quién gana.
Gardel era francés, pero Edith Piaff era argentina.
Picasso había viajado en plato volador.
Si te muerde un perro rabioso no te pasa nada, al contrario, te hace bien.

A menudo terminamos ambos llorando de la risa, pero por motivos diferentes. Yo me río por los argumentos absurdos que esgrime Audrey; no en vano es francesa, al igual que muchos maestros del absurdo, como Ionesco, Cocteau, Trenet, Jarry, Rabelais. Ella se ríe de la manera cómica en que armo la sintaxis (las discusiones son en francés). Sin embargo, siento que el Piri es irremplazable, porque a diferencia de Audrey, él increíblemente habla en serio. Así que tampoco es lo mismo.

Cuando me baño, cuando cocino, o cuando me lavo las manos, dejo a propósito corriendo el agua de la canilla. Audrey es muy susceptible al impacto ambiental y esas boludeces, de modo que siempre debo soportar (con muchísimo cinismo y placer) una monografía verbal de que el mundo se va a ir al carajo y nos vamos a morir todos más secos que pañal de muñeca, por la escasez de agua provocada por los inconscientes como yo. A mi me chupa un güebo, total yo no tomo agua, tomo guiness. Además me gusta hacerla enojar porque Audrey me hace acordar al ruso, y aunque si bien es algo afrancesado, tampoco es lo mismo.

Este humilde escrito te lo dedico a vos, Gofo. Te imagino solitario y nostálgico, igual que yo, rodeado de todas las comodidades, pero preguntándote a vos mismo, igual que yo, por qué carajos la vida es tan puta a veces. Te da muchísimas cosas, muchísima felicidad, pero a cambio te quita siempre algo. Algo importante siempre, algo que duele.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casualmente la otra noche nos invito el coto martinez a mi y a piri a comer y a filosofar acerca de Ionesco, Cocteau, Trenet, Jarry, Rabelais. Magistralmente el piri dijo, "yo no tengo un mango para la merca"

Anónimo dijo...

la verdad, uno nunca realiza estos cambios por plata, por lo menos nosotros, el cambio esta dado por la monotonia que nos invade en el lugar donde realmente somos felices, pero ......
siempre hay un pero, supongo que nuestra alma de vagabundo nos hace tomar estas rutas, por eso vale la pena estar vivo, donde sea y con quien sea.
veras que el dia que vuelvas a patagones extrañaras esas inolvidables charlas con tu amiga.-
en fin, sigamos huyendo que es parte de estar vivo, y sobre todo que se cague la subcomision de bochas.-abrazos gofo