miércoles, 13 de mayo de 2009

CRITICA CINEMATOGRAFICA: UNA NOCHE EN EL MUSEO EMMA NOZZI


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La otra tarde estaba aburrido como Edgardo bailando con su hermana, así que decidí ir al cine Garibaldi, a ver qué estaba proyectando Don Pascuale y su socio Calabró. Y lo que ví es realmente vergonzoso; yo no se qué espera el municipio para cerrarle el cine a estos dos sujetos, que, demás está decir, para mí que andan en la droga. La película se llamaba Una Noche en el Museo Emma Nozzi, y su argumento consistía en un disparate tras otro, además de tener actuaciones paupérrimas y una producción lamentable.

Abundan incluso los errores imperdonables de anacronismo: un vikingo tiene un reloj pulsera y coloca un cd de Andrés Calamaro, hay teléfonos celulares, y hay también un Banco Nación en pleno siglo VIII. Comienza la historia, ambientada en el año 700 de nuestra era, con un vikingo que llega navegando desde Irlanda por el río negro. Durante los tres meses de su travesía, este vikingo (interpretado por Juan Fraga), viene alimentándose con milanesas de lechón con huevos fritos, leche chocolatada y naranjas verdes, que es lo único que posee en su precaria embarcación. Los gestos y los primeros planos de este sujeto dan a entender en forma sutil que tiene ganas de ir al baño desde el día que zarpó de su puerto de origen. Además dice en voz alta a cada rato: “Uy dio, que gana de garcar que tengo!” Sin embargo, a él, al igual que Andrés Calamaro, no le gusta cagar en el mar (aquí es donde el vikingo coloca el CD de Calamaro y baila en forma ridícula, para reforzar esa idea). Una vez arribado a Carmen de Patagones, se dirige a la pulpería del Dany Olivera, se morfa seis panqueques de dulce de leche y se bebe cuatro botellas de vino de la casa. Sintiéndose bastante descompuesto, este desagradable sujeto llega a la casa de la Carlota y se hecha un garco cuasi-radiactivo en el aljibe del patio de la vieja. Se funde la imagen y pasamos al interior del museo Emma Nozzi, en el cual se hallan Mora Armas, Guillermo Giménez (padre) y Jorge Irusta. Allí es evidente que esta gente se halla complotando, ya que mediante intervenciones totalmente innecesarias y sobreactuadas en forma ridícula por parte de Mora, dan a entender que son malvados y se hallan complotando. A cada rato, Mora repite: “Ja, ja, ja, cómo complotamos hoy!!” “Ja, ja, ja, qué malos que somos!!!” A lo que Gimenez le responde: “Si, ja, ja, ja. Vamos a terminar el túnel para afanarle la guita a la vieja Villarino, ja, ja, ja” – frotándose las manos malévolamente. Salen todos del museo y se dirigen a la casa de la Carlota; al llegar al aljibe, que es donde estaban construyendo el túnel que iba a comunicar con el Banco Nación, lo hallan tapado con el garco que se hechó el vickingo. “Qué cagada”-dice Irusta, “llamemos a la vieja Villarino para que venga a limpiar”. Cata Villarino es una viejita muy pero muy pobre, paralítica, ciega, y con un avanzado embarazo de 8 meses que debe ganarse la vida trabajando como sirvienta, con un sueldo de 4 centavos al año. La pobre anciana viene ahorrando dinero desde hace 60 años, y lo guarda en una caja de seguridad del Banco de Patagones (que es donde quieren llegar los malos para robarle la plata). En todos esos años de arduo trabajo, Doña Cata ha logrado ahorrar dos pesos con cuarenta, y los tiene destinados para comprarle un sachet de leche para su nietito enfermo. Es muy conmovedora la escena en que el nietito le pide para navidad su regalo: “abuelita, yo solo quiero para navidad un vasito de leche”. El sachet de leche cuesta dos con setenta y cinco, por lo que la vieja hace cuentas y nota que le faltarían nueve años más para obtener esa suma. Llaman entonces a Doña Cata y le hacen limpiar el aljibe. Para ello la atan con una soga y la suben y bajan desde el brocal del pozo. Cuando le faltaba poco para terminar, Mora, que es la más malvada del grupo, le corta la soga a la vieja y la pobre Cata se hace mierda contra el fondo del pozo. Primer plano de Mora, subiendo y bajando las cejas, frotándose las manos y exclamando con una risa histérica: “Ja, ja, ja, qué malvados que somos!!!”. Inmediatamente dice: “Uy qué boluda que fui, la vieja no había terminado de limpiar!!” “Y encima ahora hay que bajar y sacar el cadáver!!” Vuelven todos al museo, visiblemente malhumorados, a fin de pensar una solución para el asunto. Se reúnen todos nuevamente y comienzan a deliberar. Sacan unas capas negras y unas calaveras que tienen guardadas en un baúl, ya que son masones y se hallan dirigidos por la familia Patané, que todo el mundo sabe que son masones muy malvados y que tienen un cofre con capas y calaveras. En eso llega al Museo Jorge Bustos, que es el director del Museo, pero él es bueno y no sabe nada de lo que está pasando. Siempre dice chistes, y se ríe simpáticamente, por lo que los masones malvados no lo quieren nada. Guillermo Gimenez, temiendo que Jorge Bustos haya sospechado algo, le dice: “Oye, Jorge Bustos, ven esta noche a las tres de la madrugada, te esperamos al borde del aljibe de la Carlota, no sospeches nada y no tengas miedo, ya que nadie piensa asesinarte”. Jorge, que es muy bueno y jamás piensa mal de nadie, porque es bondadoso y todo el mundo lo quiere, les dice que sí con una amable sonrisa. Llega la hora señalada y los malvados tiran a Bustos al fondo del aljibe. En este punto no se sabe bien lo que pasó. Algunos dicen que el director del film se había tomado un té de floripondio, otros que se le había acabado el presupuesto, y otros lo acusan de hacer proselitismo barato ante la cercanía de las elecciones parlamentarias. El asunto es que de golpe, aparece el Intendente Curetti tras su escritorio, con la bandera argentina de fondo, y exclama: “Meno mal que matamo a lo mostros, matamo” y culmina la película con la palabra fin y la marcha peronista a todo volumen.

El puntaje para este film, según El Chalero Solitario:




FICHA TECNICA:

Género: indescifrable

Duración: 22 minutos

Reparto:
Juan Fraga, en el papel
del vikingo gordo y
maloliente.



Mora Armas, interpreta a una bruja masona que es la reencarnación del fantasma de un extraterrestre mutante que llega de otra dimensión.






Doña Cata Villarino, en el papel de una sirvienta pobre






Don Hechenleitner, interpreta al gaucho Molina, vencedor de la lucha contra los malvados



Jorge Bustos, como el director de un macabro museo en el cual suceden cosas extrañas



Ricardo Curetti, interpretando al lider de las fuerzas del bien







Dirección Musical del film a cargo de Angel Hechenleitner






OPINIONES DE LOS ESPECTADORES:

Dijo la novia del Coto: "Si, es bastante complicada de entender, pero bueno.... tipo nada, sin embargo yo lloré dos veces, una cuando el nietito de Doña Cata le pide un vasito de leche para navidad, y la otra es cuando matan a Jorge Bustos".







Dijo El Fari: "La verdad es que hacía bastante que no tenía tanto miedo. Realmente esta peli me hizo cagar en las patas; por eso yo nunca voy a los museos."









1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno